Causas de divorcio
En nuestra cultura, cuando una pareja toma la decisión de casarse, generalmente lo hace con la convicción que el amor que se profesan durará para siempre. No piensan en un futuro divorcio. Pero un día se despiertan y algo, o todo, ha cambiado. Puede que el amor todavía exista, o puede que no. Solo una cosa es segura: ya no quieren pasar ni un día más en compañía de aquella persona que habían escogido para toda la vida.
A diferencia de los prejuicios que las mentes conservadoras han querido inculcar en contra de su implementación en distintas sociedades, el divorcio no se encuentra en el código genético que se transmite de padres divorciados a sus hijos.
Por el contrario, las causas de divorcio se mantienen firmes y son las mismas por las que las parejas del pasado hubieran recurrido a él si hubiese estado disponible.
¿Sufrir o no sufrir?
Se dice, con fundamentos un tanto inciertos, que el divorcio es la segunda fuente de dolor entre las personas. Que no solo afectan a la pareja, sino también a los hijos de la misma. Pero el planteo sigue siendo el mismo: ¿el silencio y la resignación provocan menos dolor? Las causas que conducen a una decisión tan definitiva no son tantas como se podría suponer.
Si hacemos un repaso de cuáles son los motivos más comunes para que una pareja decida romper el vínculo matrimonial que los une, veremos que existen causas psicosociales, económicas y jurídicas.
- Mala elección: uno de los miembros de la pareja descubre que la idea que se ha hecho del otro es errada, que no es el tipo de persona que creía.
- Dinero: en este caso hay dos factores opuestos que influyen notablemente, dependiendo de la personalidad y el carácter de los individuos que componen la pareja. Ya sea la independencia económica de uno de ellos que sea vista como amenaza por el otro o, por el contrario, la dependencia económica que hace sentir inferior al otro.
- Respeto mutuo: generalmente amparados bajo la invocación de los celos, uno (o ambos) de los miembros de la pareja comienza a revisarle los objetos personales al otro, su teléfono, sus correos, lo insulta, lo humilla en público y cosas por el estilo. El respeto se ha perdido y es muy improbable recuperarlo.
- Violencia: nuestra cultura se ha desarrollado forjando la idea de que el hombre es superior a la mujer. Esta creencia, especialmente en Latinoamérica, ha devenido en un comportamiento violento en donde hombres frustrados castigan a sus esposas bajo la idea de que les “pertenece “. Está, evidentemente, muy relacionada con el factor respeto.
- Infidelidad: cuando la pareja se casa, además de prometerse amor eterno, también se comprometen a brindarse respeto y fidelidad. En nuestra cultura significa una relación de exclusividad afectiva y sexual. Si esta promesa se quiebra, es tomado como traición y una violación a la confianza que deben profesarse.
- Ausencia de intimidad: uno de los pilares de la pareja se basa en una vida sexual plena. Aunque existen situaciones comprensibles, relegar los encuentros sexuales puede conducir a la pérdida de estima y crear frustraciones que llevarán a la insatisfacción por el comportamiento del otro.
¿Todavía hay esperanza?
Más allá de que en la actualidad parece no haber esperanzas, y los índices de divorcios aumenten día a día, hay esperanza. Si las personas logran entender que el amor es una decisión de cada día y no un sentimiento esporádico, si los integrantes de un matrimonio entienden que el amor se debe dar sin condicionamientos ni esperando algo a cambio, la realidad sería diferente y muchos encontrarían una alternativa al divorcio en tales pilares, que Dios describe en su palabra.
Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
Mateo 19:6.
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